¿De dónde vienen todos esos lazos que te hacen pararte de la silla, tener la gran idea que tienes y ponerla en acción?
Tenía 5 años de edad cuando ya tenia las ventas en mi cabeza, junto con mi hermano Luis emprendimos nuestro primer negocio de dulces con un minipuesto en la entrada de nuestra casa, montado por nosotros mismos. Al pasar el tiempo y ver que no vendíamos nos desesperamos, a la primera oportunidad que vi para mejorar el negocio solo la empeoró. Vi a otros chicos que trabajaban vendiendo en carritos de paletas por la calle y por pensar en el dinero rápido dejé a un lado mi primer negocio para continuarlo mejorando y me dediqué mejor a trabajar para otra persona, mi primer error renunciar a algo en vez de encontrar la solución a mi propio problema. Siempre he pensado en esa primera parte de mi vida empresarial y solo me da este mensaje ahora mismo: enfócate en lo que sueñas, trabaja duro y sobre todo piensa inteligentemente.
He tenido pasajes de mi vida que me han demostrado que cuando uno tiene fe y paciencia lo logra. En 1999, cuando el Papa Juan Pablo II vino a México y se anunciaba que iba a ser la última vez que iba a pisar tierra mexicana. Un día estaba con mi primo y le comentaba que debíamos hacer negocio y a él se le ocurrió la idea de hacer botones con la imagen del pontífice y su leyenda. Como yo tenía la habilidad y el conocimiento para hacer todo el diseño y producción, el costo saldría muy abajo pero no tardamos mucho en darnos cuenta que la competencia tenía un costo más por debajo del nuestro. Aún así no nos importó y nos pusimos manos a la obra con la producción de nuestros botones. Lo típico que pasa en todo emprendimiento, los mas allegados a ti te comienzan a decir que será un fracaso tu negocio, que no lo intentes, que no vas a poder, que sólo vas a perder tu tiempo y tu dinero. Mi primo, como en el común de los casos, cometió el error de cinco años y renunciar al negocio por especulaciones de otras personas.
Tanto mi padre como mis dos abuelos han sido emprendedores, en sus respectivas empresas tuvieron errores y éxitos en sus momentos pero lo más esencial que me han enseñado todos ellos es siempre luchar hasta lograrlo, sin rendirse.
Decidido a vender mis botones me lancé al Zócalo de México a vender mis botones. Cuando llegué, vi realmente que mi compentencia estaba muy fuerte tenían mejor calidad de imagen, su costo era a la mitad del mio, tenía vendedores por todas partes; decidido a vender empecé a notar algo que mi competencia no tenía, publicidad. Así que, empecé en voz muy alta a promocionar mis botones ¿sabes cuántos vendí? Ni siquiera la mitad de la mita que tenía y solo tenía cuatro días para venderlos todos o quedaría en la ruina. El segundo día fui a las afueras de la Basílica de Guadalupe ¿sabes cuántos vendí? Ninguno y para el colmo me perdí en la ciudad pues en ese entonces vivía en Cuernavaca. Aún decidido, después de ver que no vendía nada y con mi perdida en la Ciudad de México, me daba tiempo de llegar al lugar donde era el recorrido que iba a hacer el Papa para llegar a su casa. Llegando, saliendo luego luego del metro empecé una vez mas en voz muy alta para resonar entre la competencia y ¿sabes cuántos vendí? ¡Todos! Recuerdo haber llegado muy feliz a casa y decirles a todos miren si pude. Aún quedaban dos días que el Papa iba a estar en México y mande a producir más y a las afueras del Estadio Azteca a vender se ha dicho y nuevamente todos los vendí.
Esta fue una gran lección que me ha servido toda mi vida y recordarme que lo importante para tener éxito, sólo y lo único que tienes que tener es fe y paciencia, o en estas palabras equivalentes: determinación y perseverancia.
Ya muy bien lo expresó Calvin Coolidge: nada en el mundo puede reemplazar la perseverancia. El talento no lo hace; no hay nada mas común que hombres sin éxito y con talento. El genio no lo hace; la genialidad que no obtiene recompensa es casi un proverbio. Tampoco la educación, el mundo esta lleno de personas educadas en la ruina. La perseverancia y la determinación son las únicas omnipotentes.
Tenía 5 años de edad cuando ya tenia las ventas en mi cabeza, junto con mi hermano Luis emprendimos nuestro primer negocio de dulces con un minipuesto en la entrada de nuestra casa, montado por nosotros mismos. Al pasar el tiempo y ver que no vendíamos nos desesperamos, a la primera oportunidad que vi para mejorar el negocio solo la empeoró. Vi a otros chicos que trabajaban vendiendo en carritos de paletas por la calle y por pensar en el dinero rápido dejé a un lado mi primer negocio para continuarlo mejorando y me dediqué mejor a trabajar para otra persona, mi primer error renunciar a algo en vez de encontrar la solución a mi propio problema. Siempre he pensado en esa primera parte de mi vida empresarial y solo me da este mensaje ahora mismo: enfócate en lo que sueñas, trabaja duro y sobre todo piensa inteligentemente.
He tenido pasajes de mi vida que me han demostrado que cuando uno tiene fe y paciencia lo logra. En 1999, cuando el Papa Juan Pablo II vino a México y se anunciaba que iba a ser la última vez que iba a pisar tierra mexicana. Un día estaba con mi primo y le comentaba que debíamos hacer negocio y a él se le ocurrió la idea de hacer botones con la imagen del pontífice y su leyenda. Como yo tenía la habilidad y el conocimiento para hacer todo el diseño y producción, el costo saldría muy abajo pero no tardamos mucho en darnos cuenta que la competencia tenía un costo más por debajo del nuestro. Aún así no nos importó y nos pusimos manos a la obra con la producción de nuestros botones. Lo típico que pasa en todo emprendimiento, los mas allegados a ti te comienzan a decir que será un fracaso tu negocio, que no lo intentes, que no vas a poder, que sólo vas a perder tu tiempo y tu dinero. Mi primo, como en el común de los casos, cometió el error de cinco años y renunciar al negocio por especulaciones de otras personas.
Tanto mi padre como mis dos abuelos han sido emprendedores, en sus respectivas empresas tuvieron errores y éxitos en sus momentos pero lo más esencial que me han enseñado todos ellos es siempre luchar hasta lograrlo, sin rendirse.
Decidido a vender mis botones me lancé al Zócalo de México a vender mis botones. Cuando llegué, vi realmente que mi compentencia estaba muy fuerte tenían mejor calidad de imagen, su costo era a la mitad del mio, tenía vendedores por todas partes; decidido a vender empecé a notar algo que mi competencia no tenía, publicidad. Así que, empecé en voz muy alta a promocionar mis botones ¿sabes cuántos vendí? Ni siquiera la mitad de la mita que tenía y solo tenía cuatro días para venderlos todos o quedaría en la ruina. El segundo día fui a las afueras de la Basílica de Guadalupe ¿sabes cuántos vendí? Ninguno y para el colmo me perdí en la ciudad pues en ese entonces vivía en Cuernavaca. Aún decidido, después de ver que no vendía nada y con mi perdida en la Ciudad de México, me daba tiempo de llegar al lugar donde era el recorrido que iba a hacer el Papa para llegar a su casa. Llegando, saliendo luego luego del metro empecé una vez mas en voz muy alta para resonar entre la competencia y ¿sabes cuántos vendí? ¡Todos! Recuerdo haber llegado muy feliz a casa y decirles a todos miren si pude. Aún quedaban dos días que el Papa iba a estar en México y mande a producir más y a las afueras del Estadio Azteca a vender se ha dicho y nuevamente todos los vendí.
Esta fue una gran lección que me ha servido toda mi vida y recordarme que lo importante para tener éxito, sólo y lo único que tienes que tener es fe y paciencia, o en estas palabras equivalentes: determinación y perseverancia.
Ya muy bien lo expresó Calvin Coolidge: nada en el mundo puede reemplazar la perseverancia. El talento no lo hace; no hay nada mas común que hombres sin éxito y con talento. El genio no lo hace; la genialidad que no obtiene recompensa es casi un proverbio. Tampoco la educación, el mundo esta lleno de personas educadas en la ruina. La perseverancia y la determinación son las únicas omnipotentes.
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